Siete décadas marcaron un estilo único, de un impresionante colorido, en una mujer que permaneció, ese tiempo, dando al mundo cátedra de dirección política monárquica y de moda. La Reina Isabel II ya no ocupará los escenarios donde exhibía su figura, que por el estilo de vestuario, su fresca sonrisa y mujer de Estado cautivo todas las miradas. Falleció una tarde, durante un verano inglés, a los 96 años.
Sus sombreros con detalles en flores y lazos, collares
de tres vueltas, guantes y prendedores distinguían cada prenda que usó la
soberana, a tono en una variedad de
vestidos.
Se dice que a diario usaba cuatro prendas diferentes y
en su closet reposaban más de 5 mil sombreros. Sus colores predilectos eran el
amarillo, naranja, verde, rojo, azul y lila en lisos y hermosos estampados,
éstos últimos en ropa de calle.
Para los paseos por el campo prefería los tonos
apagados. Todo el vestuario era seleccionado por su asistente personal de
confianza y curadora de su guardaropa,
Angela Kelly.
“Nunca podría ponerme nada beige porque nadie sabe
quién soy”, fue según la crónica inglesa su frase para referirse a su forma
única de vestir.
Setenta años de dar cátedra de buen vestir, con
elegancia y determinación, partió de este mundo la Reina Isabel II de
Inglaterra, ícono de la moda en el mundo.
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